BOSCH ensaya en Chequia la pila de combustible

 El mayor fabricante de componentes de automoción ve en el hidrógeno el futuro de la movilidad de gran tonelaje

10 de Octubre de 2023, Fuente: El País

Pilas de hidrógeno, que permiten un mayor rango de desplazamiento y "Somos conscientes de que los coches serán mayoritariamente eléctricos, pero creemos que la pila de combustible, alimentada con hidrógeno, puede tener una gran presencia en vehículos de alto tonelaje que recorren distancias largas,
como los camiones", expone Alan Celié, responsable de la planta ubicada en el sur de Bohemia.
Va un paso más allá: "La pila de hidrógeno es la meior alternativa para que este tipo de vehículos dé el salto desde el diésel, porque evita el peso de las baterías y reduce el tiempo de recarga: los camioneros no pueden estar esperando a que se cargue al 100%; no es eficiente"

Panorámica de la planta de Bosch en República Checa

La propia página web global de Bosch es estos días toda una declaración de intenciones: quien accede a su portal corporativo se encuentra un lema premonitorio a cinco columnas: "Hidrógeno: energía para el futuro". Lo mismo ocurre en Ceské Budèjovice: los catalizadores o los tubos de escape abren paso ahora a dos letras y un número: H2O. Todos sus esfuerzos se centran ahora en la molécula verde, llamada a desempeñar un papel clave en la transición energética: desde sistemas de purificación del agua de mar o de baja calidad para que puedan ser utilizadas en el proceso de generación de este gas hasta electroliza-dores o pilas de combustible.

La elección de la República Checa por parte de Bosch no es ni mucho menos arbitraria. Su presencia aquí, en un país de poco más de 10 millones de habitantes y situado en una encrucijada privilegiada de Europa Central, se remonta a los años veinte. Interrumpida durante unos años por la Segunda Guerra Mundial, la gran aceleración se produjo en los años ochenta y noventa, cuando los bajos salarios y la calidad de su capital humano la convirtieron en un destino prioritario para la inversión manufacturera alemana, especialmente en automoción. Aquellos fueron los años –más bien las décadas– en los que las multinacionales tenían como única guía el recorte de costos. Y también los años en los que Eslovaquia y la República Checa se convirtieron en lo que son hoy: los dos mayores fabricantes de automóviles de Europa y dos de los tres mayores del mundo.

Brecha Salarial

Allí también se puede ver el cambio de tiempos. La República Checa mantiene su posición privilegiada en el cuadro mundial de productores -en gran parte gracias a Skoda, ahora filial de Volkswagen-, pero la brecha salarial con respecto a los países más prósperos de Europa se ha reducido. “El personal es más caro y el mercado laboral checo está prácticamente vacío”, afirma Milan Šlachta, director de Bosch en la República Checa y Eslovaquia, refiriéndose a la bajísima tasa de desempleo (poco más del 2%, la más baja de la UE) y a la Lucha cada vez mayor entre empresas por los mejores perfiles. Ambos factores, unidos a la automatización y la mucha menor necesidad de componentes para el coche eléctrico, reducirán el tamaño productivo de esta planta en la que, sin embargo, siguen ganando peso otros perfiles más técnicos.

Mano de obra barata ya no es lo que se busca en České Budějovice, a medio camino entre Viena y Praga y más cerca de la frontera con el país vecino que de la propia capital checa. En el color de los cuellos de los empleados de esta planta híbrida, en la que conviven fabricación e I+D, el blanco gana hoy al azul. Por abrumadora mayoría: siete de cada diez empleados tienen estudios superiores. En ese grupo, es abrumador el predominio de los ingenieros, una legión de 800 personas, de las cuales una de cada tres trabaja en proyectos vinculados a la energía verde. Es la mejor prueba de que, pronto, el diésel y la gasolina quedarán atrás: el futuro está reservado a la electricidad y a la pila de combustible de hidrógeno.

Una empresa atípica

Bosch no es una empresa típica. Con más de 420.000 empleados en todo el mundo, casi 86.000 de ellos dedicados a la investigación y el desarrollo, es el único barco alemán que no sólo no cotiza en bolsa, sino que además tiene una gran mayoría de su capital (92%) en el manos de una fundación sin ánimo de lucro (la Robert Bosch Stiftung GmbH) por deseo expreso de su fundador, que da nombre a ambas. El año pasado, Bosch ganó más de 1.800 millones, frente a los 2.500 millones del año anterior, y repartió 162 y 143 millones en dividendos en 2022 y 2021, respectivamente. De ese dinero, gran parte se destinó a proyectos de salud y educación


Si una empresa encarna los valores –y los clichés– de la industria alemana, es ésta: sin concesiones, sin complicaciones ni costes redundantes. También en České Budějovice, en el sur de Bohemia, donde este cóctel añade un punto adicional de secretismo: los pocos visitantes que pasan cada año por sus instalaciones lo hacen con las cámaras de sus móviles cubiertas con una llamativa pegatina roja para impedir que puedan fotografiar los prototipos. sus ingenieros están trabajando. La razón de tanta seguridad reside en la I+D (a la que dedica más de 7.000 millones al año) y en las patentes: la compañía registra casi una decena de ellas cada día en todo el mundo.


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